Cinco siglos igual.. Dos indios: Sala y Maldonado. Una Colla y un Mapuche.. y los depredadores que secuestran y desaparecen
El gobierno de Macri ya tiene
una presa política y, al parecer, ahora un desaparecido. Represión y
totalitarismo plutocrático.
Por E. Raúl. Zaffaroni para
La Tecl@ Eñe
El
gobierno de Macri ya tiene una presa política y, al parecer, ahora un
desaparecido. Por cierto, debemos ponernos de pie y reclamar la aparición con
vida del joven Maldonado y, por ende, denunciar y repudiar la actual ola
represiva y la lamentable conducción política de las policías que, en detrimento de las tareas propias de
ese servicio civil, distrae esfuerzo y personal en represión y vigilancia
política, al tiempo que la defectuosa conducción permite el surgimiento de
conductas desviadas en las propias instituciones.
No obstante, más allá de nuestros penosos datos folklóricos
nacionales, lo cierto es que el actual gobierno, siguiendo el modelo de Chile,
pretende criminalizar como terroristas a los Mapuche. Pero la ley que
introdujo la figura penal de terrorismo en nuestra legislación fue extorsionada
al gobierno anterior por el GAFI, so pena de fuertes sanciones económicas a
nuestro país.
En síntesis: lo que nos sucede dista mucho de tener su origen en
la Argentina, pues es producto de un cambio sustancial en el poder planetario.
Sin este contexto, no comprenderemos qué nos está sucediendo y, en
consecuencia, no sabremos contra quién luchar.
La
Tercera Posición peronista
es un buen punto de arranque para entender el presente: se trataba en sustancia
de rechazar, por un lado, al totalitarismo stalinista y,
por el otro, la explotación del hombre por el hombre del capitalismo. Lo que
no se podía vislumbrar con claridad en ese momento, era que el primero era un totalitarismo en acto, en
tanto que el segundo también lo era, pero en
potencia.
Desde que se implosionó el primero, el segundo viene desplegando
todo su potencial de totalitarismo plutocrático, arrasando los estados sociales
de derecho y cualquier intento aún discretamente keynesiano, para dar paso al
reemplazo de los soviets y sucedáneos por la dictadura de los Ceos de las
corporaciones transnacionales. No puede menos que llamar la atención la
facilidad y rapidez con que los regímenes del totalitarismo implosionado se
adaptaron al nuevo.
Poco va quedando de la democracia: los políticos de los países
elegidos como sede de los Ceos mayores que concentran riqueza en
función de los negociados y sueldos que se asignan, son hoy meros gestores de
los intereses de las corporaciones, nosotros
estamos en manos de Ceos de segunda categoría,
los medios masivos monopolizados crean realidad y formatean la subjetividad de
sus receptores decidiendo elecciones, los estados pasan a ser marionetas en sus
manos y, si molestan, se los destruye militarmente o se lo debilita corrompiendo
su institucionalidad.
Este esquema de poder sostiene a una humanidad cuyo 1% concentra
en riqueza el equivalente a lo que la mitad más pobre de nuestra especie
necesita para subsistir o para morirse con paciencia, dos tercios de la
humanidad se halla en estado de necesidad y un tercio consume lo que no
necesita para vivir, aunque para sostener esta situación se estén destruyendo
con celeridad las condiciones de habitabilidad de la especie en el planeta. El catecismo ideológico de este totalitarismo plutocrático corporativo es la versión laica de la Divina
Providencia recreada
como mano invisible del mercado,
aunque usurpe desvergonzadamente el nombre del viejo liberalismo.
El actual totalitarismo plutocrático corporativo pretende configurar un modelo de sociedad con un 30% de incluidos y un
70% de excluidos. Para eso requiere contener a los excluidos, lo que hace
formateando subjetividad mediante sus corporaciones de medios masivos y,
necesariamente, con represión.
La represión se legitima mediante una abierta confesión del ideal
totalitario con una distopía de orden:
una sociedad con seguridad total y libre de toda amenaza, con extrema
prevención, tolerancia cero a la desviación, vigilancia y generalizado control
tecnológico, con desconfianza al extranjero y al extraño, estigmatización de la
crítica e institucionalización masiva.
Esta distopía de orden no está exenta de contradicciones, en
las que no se repara puesto que su enunciado no apela a la razón sino a la
emotividad: no se explica la necesidad del fuerte aparato tecnológico de
control si, al mismo, deposita una irracional confianza en la función
preventiva y disuasoria de la punición y la prisionización.
Estamos, pues, en lucha contra un totalitarismo que hoy (a
diferencia de los tiempos en que se enunciaba la Tercera Posición) está en
franca expansión en acto. El joven Maldonado puede ser el Felipe Vallese de
esta etapa que, por cierto, no se abre por nuestros folklóricos avatares
argentinos.
Es
menester usar las neuronas que la biología o Dios nos ha dado y poner los dedos
en el enchufe de la conciencia nacional y regional, para ponernos de pie. Hoy
todos debemos ser Mapuche: Queremos
al pibe Maldonado vivo.
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