Por Nassim Nicholas Taleb para Revista Sin Permiso
Lo que hemos
presenciado por todo el mundo, desde la India al Reino Unido o los EEUU, es la
rebelión contra el estrecho círculo de los “profesionales” y periodistas
dedicados a políticos sin tener nada en juego en ello, esa clase de expertos
paternalistas semi-intelectuales con un poco de liga Ivy, Oxford-Cambridge, o
educación de etiqueta similar, que nos cuenta al resto 1) qué hacer, 2) qué
comer, 3) cómo hablar, 4) cómo pensar… y 5) a quién votar.
Pero el problema es
el tuerto que sigue al ciego: esos miembros autodenominados como “intelligentsia”
no pueden encontrar un coco en la Isla de los Cocos, quiero decir que no son lo
suficientemente inteligentes para definir inteligencia sin caer en
circularidades – aunque su principal cualidad sea su capacidad para superar
exámenes diseñados por gente como ellos. Con papers en psicología con menos de un 40% de
réplicas, consejos dietéticos que nos hacen retroceder después de 30 años de lipofobia, análisis
macroeconómicos que funcionan peor que la astrología, el nombramiento de
Bernanke quien estaba muy lejos de conocer siquiera los riesgos, y ensayos
farmacéuticos que se replican en el mejor de los casos sólo un tercio de las
veces, la gente tiene todo el derecho del mundo para confiar en sus propios
instintos ancestrales y escuchar a sus abuelas (o a Montaigne y el conocimiento
clásico así filtrado) que tienen mejores antecedentes que estos imbéciles
dedicados a la política.
Ciertamente uno
puede ver que estos burócratas académicos que se sienten en pleno derecho de
dirigir nuestras vidas no son siquiera rigurosos, sea en estadísticas médicas o
en diseño de políticas. No pueden separar ciencia de cientificismo – de hecho a
sus ojos el cientificismo les parece incluso más científico que la ciencia
misma. Por ejemplo es trivial señalar lo siguiente: mucho de lo que los tipos
como Cass Sunstein o Richard Thaler – estos que quieren “alentarnos” a
determinados comportamientos – mucho de lo que ellos clasificarían como
“racional” o “irracional” (o algunas de esas categorías que indican desviación
respecto de un protocolo deseado o prescrito) viene de su incomprensión de la
teoría de la probabilidad y de un uso cosmético de modelos de primer orden. Son
también propensos a confundir el conjunto para la agregación lineal de sus
componentes como vimos con el capítulo sobre extender la regla de la minoría.
El Intelectual
aunque Idiota [Intelectual Yet Idiot, “IYI”] es una producción de la modernidad
que se ha acelerado desde mediados del siglo XX, hasta alcanzar su máximo local
hoy, junto con la amplia categoría de gente que-no-tiene-nada-en-juego que han
estado invadiendo muchos sectores vitales. ¿Por qué? Sencillamente, en la
mayoría de países, el papel del gobierno es entre cinco y diez veces mayor de
lo que era cien años antes (expresado en porcentajes de Producto Interior
Bruto). El IYI parece omnipresente en nuestras vidas pero es aún una pequeña
minoría y raramente es visto fuera de sus entornos especializados: thinkthanks,
medios de comunicación y universidades – la mayoría de la gente tiene trabajos
decentes y no hay muchas vacantes a IYI.
Cuidado con el
semi-erudito que se cree un erudito. Yerra en detectar con naturalidad la
sofistería.
El IYI patologiza a
los demás por hacer cosas que él mismo no entiende sin darse cuenta siquiera
que es su comprensión la que está limitada. Cree que la gente debería actuar
conforme a lo que más le interesa y él conoce esos intereses, especialmente si
hablamos de “provincianos” o de la clase “que no pronuncia claramente las
vocales” y votó por el Brexit. Cuando los sectores plebeyos hacen algo que
tiene sentido para ellos mismos, pero no para el IYI, entonces éste emplea el
término “incultos”. Lo que generalmente llamamos participación en el proceso
político, él lo denomina haciendo una distinción: “democracia” si encaja con
sus ideas, y “populismo” cuando los sectores plebeyos se atreven a votar
contradiciendo sus deseos. Mientras que la gente rica cree en el “un pagador de
impuestos, un voto”, los más humanistas confían en el “un hombre, un voto”,
Monsanto confía en “un lobby un voto”, el IYI cree en “un titulado en la Liga
Ivy, un voto”, con algunas equivalencias para las escuelas de élites y los doctorados
extranjeros, ya que son necesarios en el club.
Visto más
socialmente, el IYI está suscrito al The New
Yorker. Nunca insulta en twitter. Habla de “igualdad de razas” e
“igualdad económica” pero nunca salió a tomar algo con un taxista (de nuevo, no tener nada en juego como concepto es algo extraño para el
IYI). Son aquellos en Reino Unido a los que Tony Blair les tomó el pelo. El IYI
moderno ha asistido a más de una charla TEDx en persona o ha visto más de dos
por Youtube. No sólo votará por Hillary-Monsanto-Malmaison porque ella parece
elegible o por algún razonamiento circular similar, sino que sostendrá que
cualquiera que no lo haga es un enfermo mental.
El IYI tiene una
copia de la primera edición en tapa dura de The
Black Swan en sus
estanterías, pero confunde la ausencia de una evidencia con la evidencia de una
ausencia. Cree que los transgénicos son “ciencia”, que la “tecnología” no es
diferente de la educación convencional como resultado de su prontitud a
confundir ciencia con cientificismo.
De forma típica, el
IYI capta correctamente la lógica de primer orden, pero no los efectos de
segundo orden (o superiores) lo cual le convierte en un completo incompetente
en dominios complejos. En la comodidad de su casa suburbana con garaje de dos
plazas, defendió la “destitución” de Gadafi porque él era un “dictador”, sin
ser consciente de que las destituciones tienen consecuencias (recalco de nuevo
que como no tiene
nada en juego, no paga ninguna consecuencia).
El IYI se ha
equivocado históricamente, con el Estalinismo, el Maoísmo, los Transgénicos,
Iraq, Libia, Siria, las lobotomías, la planificación urbana, las dietas bajas
en carbohidratos, las máquinas de gimnasio, el conductismo, las grasas
saturadas, el psicoanálisis freudiano, la teoría moderna del portafolio, la
regresión lineal, el gaussianismo, el salafismo, los modelos de equilibros
dinámicos estocásticos, los proyectos de vivienda, el gen-egoísta, Bernie
Madoff (antes de la explosión) y el p-valor.
Pero está totalmente convencido de que su posición actual es la correcta.
El IYI es miembro
de un club para conseguir privilegios en viajes; si hace de científico social
utiliza la estadística sin conocer de dónde se derivan sus fundamentos (como
Steven Pinker y los psicolofastros en
general); cuando está en el Reino Unido, asiste a festivales de literatura;
bebe vino tinto con la carne (nunca blanco); solía creer que la obesidad era
dañina y ahora ha cambiado totalmente de opinión; toma estatinas porque su
doctor le dijo que lo hiciera; no consigue entender la ergodicidad y cuando se
la explican, se olvida de ello más pronto que tarde; no emplea palabras del yiddish incluso cuando está hablando de
negocios; estudia gramática antes de hablar una lengua; tiene un primo que ha
trabajado con alguien que conoce a la Reina; nunca ha leído a Frederic Dard,
Libanius Antiochus, Michael Oakeshot, John Gray, Amianus Marcellinus, Ibn
Battuta, Saadiah Gaon, o Joseph de Maistre; nunca se ha emborrachado con rusos;
nunca se ha emborrachado tanto como para empezar a romper vasos (o,
preferiblemente, sillas); incluso desconoce la diferencia entre Hecate y Hecuba
(lo cual en “brooklinense” sería “no puedo distinguir sh** de
Shinola”); desconoce que no hay diferencia entre “pseudo-intelectual” e
“intelectual” cuando no hay nada
en juego; ha mencionado la mecánica cuántica al menos dos veces en
los últimos cinco años en conversaciones que no tenían nada que ver con la
física.
El IYI conoce en
cualquier momento lo que sus palabras o acciones repercuten en su reputación.
Pero hay un
marcador mucho más sencillo: no entrena el peso muerto.
Post-scriptum
Ante las reacciones
a este artículo, he descubierto que el IYI tiene dificultad, cuando lo lee, en
diferenciar entre lo satírico y lo literal.
Post-Post-scriptum
El IYI piensa que
la crítica del IYI significa “todo el mundo es un idiota”, sin darse cuenta de
que su grupo representa, como hemos dicho, una diminuta minoría – pero a ellos
no les gusta que se desafíe su sentido de privilegio y aunque traten al resto
de seres humanos como inferiores, no les agrada cuando la manguera apunta en
dirección opuesta (lo que los franceses llaman arroseur arrosé [“El
regador regado”. NdT]). Por ejemplo, Richard Thaler, compañero de Cass Sunstein
el gran defensor que propugna el uso de transgénicos, interpretó este artículo
como si dijera “no hay muchos no-idiotas que no se llamen Taleb”, sin constatar
que la gente como él son menos del 1% de la población, o incluso menos.
Fuente:
http://www.sinpermiso.info/textos/el-intelectual-aunque-idiota-iyi
N de la R: Cualquier semejanza con nuestra realidad mediática corre por cuenta del lector
Muy bueno ,dificil pero muy bueno ,Black Swan no es un libro sobre ballet, lo escribio el. Critica la falta de analizar y prececir hechos por la sociedad moderna.Pidio que se cancele el Nobel de economia.IYIs Los ves todos los dias sacando conclusiones falsas de ensayos mal diseniados que malgastan dinero , sin entender basicos de la estadistica como el tamanio minimo de muestra ni principios elementales de la logica o la etica.Destaco eso de que es necesario emborracharse con rusos sin embargo me atreveria a sugerirle emborracharse con rusas como alternativa mas enriquecedora .
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