Noticias de ayer. Blog Estructura Desequilibrada. Editor: Juan Manuel Telechea. Gentileza de Antonio Diez
"En un mal gobierno, esta
igualdad [la de derecho] sólo es aparente e ilusoria. Sirve tan sólo para mantener
al pobre en la miseria, y al rico en la usurpación. De hecho, la leyes siempre
son útiles a los que poseen y perjudiciales a los que nada tienen. De lo que se
sigue que el Estado social sólo es ventajoso para los Hombres cuando todos
tienen algo y cuando ninguno de ellos tiene demasiado.".
Jean-Jacques Rousseau
Copio a
continuación una síntesis impecable que describe la situación heredada y su
vínculo con lo que vino después:
A la inversa que Tocqueville o Mill, que deploraban la apatía de los
modernos, los liberales actuales se quejan del «exceso de democracia» surgido
en estos años, o sea, el ascenso de las reivindicaciones igualitarias y el
deseo de participación política activa de las clases más pobres y más
marginalizadas. Según ellos, la democracia política sólo puede funcionar
normalmente con cierto grado de «apatía y de no-participación por parte de
ciertos individuos y ciertos grupos». Retomando los temas clásicos de los
primeros teóricos neoliberales, llegan a reclamar que se debe reconocer que
«hay un límite deseable para la extensión indefinida de la democracia
política».
Esta llamada a poner «límites a las reivindicaciones» traducía a su
manera la entrada en crisis de la antigua norma fordista. Esta última conjugaba
los principios del taylorismo con reglas de reparto del valor agregado
favorables a un alza regular de los salarios reales (indexados en función de
los precios y las ganancias de productividad). Esta articulación de la
producción con el consumo de masas se apoyaba, además, en el carácter
relativamente autocentrado de ese modelo de crecimiento que garantizaba cierta
“solidaridad” macroeconómica entre el salario y las ganancias.
Las características de la demanda (poca diferenciación de los
productos, elasticidad elevada de la demanda en relación a los precios,
progresión de los beneficios) correspondían a la satisfacción progresiva de las
necesidades de los hogares en forma de bienes de consumo y equipamiento. De
este modo el crecimiento sostenido de los beneficios, asegurado por el aumento
de los incrementos en productividad, permitía que la producción masiva fluyera
hacia mercados esencialmente domésticos. Sectores industriales poco expuestos a
la competencia internacional desempeñaban un papel motor en el crecimiento.
La organización de la actividad productiva se basaba en una división
del trabajo muy elevada, una automatización incrementada pero rígida, un ciclo
de producción/consumo largo, que permitían obtener economías de escala sobre
bases nacionales e incluso internacionales. Se comprende que tales condiciones
harían posibles, en el plano político y social, equilibrios y ajustes que
articulaban hasta cierto punto la valorización del capital con un aumento de
los salarios reales. Pero luego el modelo «virtuoso» del crecimiento fordista
tropieza con límites endógenos. Las empresas experimentan entonces un descenso
muy sensible de sus tasas de beneficio. Esta caída de la «rentabilidad» se
explica por el enlentecimiento en los incrementos de productividad, debido a la
relación de fuerzas sociales y la combatividad de los asalariados, debido a la
fuerte inflación amplificada por la recesión.
La estanflación pareció firmar el acto de defunción del arte keynesiano
de «pilotar la coyuntura», que suponía el arbitraje entre la inflación y la
recesión. La coexistencia de ambos fenómenos, altas tasas de inflación y de
desempleo, parecía desacreditar los instrumentos de la política económica, en
particular, la acción benéfica del gasto público sobre el nivel de la demanda y
el nivel de actividad y, en consecuencia, sobre el nivel de empleo.
La nueva política monetarista se esfuerza precisamente por responder a
los dos problemas principales que constituían la estanflación y el poder de
presión ejercido por las organizaciones de asalariados. Rompiendo la indexación
de los salarios en función de los precios, se trató de transferir la sangría
producida por la crisis al poder de compra de los asalariados en beneficio de
las empresas. Los dos ejes principales del vuelco de la política económica
fueron la lucha contra la inflación galopante y la restauración de las
ganancias empresariales. El aumento brutal de las tasas de interés, a costa de
una severa recesión y un aumento del desempleo, permitió lanzar rápidamente una
serie de ofensivas contra el poder sindical, recortar los gastos sociales al
mismo tiempo que los impuestos y favorecer la desregulación.
Como
mencionábamos al principio, lo anterior es una síntesis impecable que describe
lo sucedido en las potencias mundiales durante 1960 y que sirve para entender
lo que vino después…
p.d: tomada
del libro La nueva razón del mundo, de
Laval y Dardot.
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