MEDIOCRE TRATADO SOBRE LA MEDIOCRIDAD Por Alejandro Ippolito







El mediocre necesita imperiosamente que el otro sea peor que él, la comparación en desventaja lo incomoda y no le fija metas superadoras sino que alimenta un odio irrefrenable que termina constituyendo todo su ser. 

El mediocre no nace, se va desarrollando lógicamente por el consumo y el contexto de elementos y situaciones de bajísima calidad que dan como resultado una persona con escasas herramientas de análisis que necesita ser pensado por entidades externas para hacerse de algunos conceptos necesarios sin detenerse en la posibilidad de que sean erróneos. 
El mediocre decide creerle a aquellos que más lo entretienen, les paga con su confianza la adicción al escándalo y la falsa primicia. Llega un momento en que la torpeza conceptual conforma todas sus posibilidades para brindar una respuesta o presentar un planteo que no caiga en el ridículo o la falsedad.

El mediocre necesita de frases cortas, con la estructura de un simple eslogan para poder repetir sin tropezarse. Para que una idea se fije en la mente del mediocre sólo necesita la persistencia de la repetición periódica ya que no se encontrará jamás con el filtro intelectual necesario para tomar, analizar y aceptar o descartar en consecuencia.
El mediocre necesita que le suavicen las miserias, suele aferrarse a creencias espirituales que lo atormentan y, para congraciar sus bajezas con ese sentimiento místico, busca portavoces que lo justifiquen. Porque es muy triste, por ejemplo, colmarse de piedad por un perrito y luego defenestrar a una mujer pobre por la ayuda que recibe. 
Sus acciones contradicen la imagen que el mediocre tiene de sí mismo, por lo general beneficiosamente distorsionada y frecuentemente se atribuye un pedestal desde donde juzgar a los demás. El mediocre no le teme a las alturas.
Si realizamos el ejercicio de adentrarnos en la estructura mental del mediocre caeremos necesariamente en las generalizaciones y las etiquetas que le resultan necesarias para catalogar a los demás y poder juzgarlos. 

Digamos entonces, para empezar, que todos los policías son chorros y coimeros, que tienen a los delincuentes trabajando para ellos y que no sirve ninguno para nada. Envalentonados por este primer intento redoblaremos la apuesta y aseguraremos que no hay abogado que no sea un chanta ni juez que no sea parcial y se venda por dos pesos. Ya mucho más sueltos, juraremos que cualquiera se recibe de maestro, que se quejan pero tienen 3 meses de vacaciones en verano y otro mes más en el invierno y cobran demasiado por 4 horas de trabajo. Con los ojos inyectados le gritaremos en la cara a unos cuantos que las adolescentes se embarazan para cobrar un plan y que sus padres se gastan la plata en cerveza y drogas. No habrá quien nos retruque que los médicos son todos salvajes matasanos, que los desaparecidos están de vacaciones por Europa, que todo tiempo pasado fue mejor, que el servicio militar le daba a los pobres comida y educación, que los cabecitas se hacían un asado con las maderas del piso de las casas que les regalaba Perón y que eran preferibles el cáncer y la proscripción. 

Y con esa misma lógica desenfrenada diremos que todos los K son unos vagos choriplaneros mantenidos del Estado y los pibes de La Cámpora están todos armados. Hay sólo un paso a partir de aquí para sostener que Cristina se robó todo como se escucha por la radio por parte de periodistas que trabajan para medios que realmente se han robado todo y que hoy gobiernan. 

Para que la mediocridad logre hacerse carne el veneno del desprecio debe ser la sangre y de esa forma el odio se conformará en el estado natural que nos permita sentirnos un poco mejor frente al espejo. Como vemos no hay nada más fácil y cómodo que la mediocridad.

Hemos visto que etiquetar al otro, juzgarlo permanentemente como si la vida fuera un estúpido reality, burlarse, menospreciar y denigrar por si acaso son el manual de estilo del mediocre. 

Ninguna de sus consignas predigeridas resiste un archivo o el análisis y mucho menos el debate natural y necesario.
Por eso es que no quiero ser mediocre y a fuerza de ser justos no voy a sostener que todo votante de “cambiemos” es un imbécil, no quiero permitir que la bronca se acomode en el lugar del pensamiento y terminar por convertirme en aquello que detesto.
Pero reconozco que casi siempre, para no darle lugar a la más ciega pasión, hay que contar hasta diez mirando el firmamento.

...alejandro ippolito...



Comentarios

  1. Buenisimo. Existe el Narcisismo de las pequeñas diferencias. Diferenciarse de los otros para darnos un lustre imaginario de soberbia. Pasa en todos lados, ocurre que aquí está a flor de piel.

    ResponderEliminar
  2. "Los mediocres se dejan disuadir por el obstáculo aparente; los fuertes no.Perecer es su quizás; conquistar es su certeza." Victor Marie Hugo -Poeta francés-

    ResponderEliminar
  3. Esta muy bueno el articulo, pero no puedo evitar pensar que de igual manera vos caes en una mediocridad subjetiva. Saludos!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario