Como en anteriores procesos de restauración conservadora y liberal, la capacidad de engaño ha sido proverbial.
La ley y el orden
FRANCISCO BALAZS para Miradas al sur
Quienes argumentaron que el gobierno de
Mauricio Macri representaba una nueva derecha, que aprendió de experiencias
anteriores, que sería prudente en no arremeter con virulencia revirtiendo la
matriz económica y distributiva, que respetaría la legalidad de las conquistas
y derechos adquiridos en los últimos doce años, vieron tan sólo en dos semanas
cómo la realidad se llevó puesta su ingenuidad. Como en anteriores procesos de
restauración conservadora y liberal, la capacidad de engaño ha sido proverbial.
Avanzaron con la batería de argumentaciones
falaces de herencias y “tierra arrasada” para justificar el retorno al orden, a
poner cada cosa en su lugar, a terminar con los desmadres del populismo.
El gobierno de Macri, es decir, del PRO, y la
Unión Cívica Radical, escondidos bajo la entelequia del nombre Cambiemos, han
decidido gobernar dando claras señales, inequívocas, de ser la contracara del
kirchnerismo en todos los planos, el de las decisiones políticas, económicas y
sociales concretas y también en lo simbólico. El andamiaje mediático de los
medios hegemónicos aporta de manera sustancial a este objetivo. Es de esperar
que sus dispositivos actúen con mayor contundencia y efectividad, cuando en
poco tiempo más desguacen los medios públicos que hasta estas horas
representaban voces disidentes a las hoy oficialistas. En eso de ir a
contramano de todo lo que huela a kirchnerismo y al ideario bajo el que
gobernaron Néstor y Cristina, curiosamente asumieron la estrategia de
profundizar lo que ellos llamaron grieta durante todos estos años, cargándose
cada una de las medidas políticas del kirchnerismo. No es de esperar que el 49%
que votó al Frente para la Victoria sienta que lo están convocando a la unidad
y al fin de los enfrentamientos cuando se barre con todas las medidas y
decisiones políticas que sostuvieron con sus más de 12 millones de votos.
La estrategia de gobierno PRO-UCR lleva
igualmente a consolidar un electorado que en gran medida, y desde hace muchos
años, aunque no ganaran una elección presidencial, venía pidiendo ajuste y
represión, lo que finalmente ahora están haciendo desde el poder.
Desde el año 2003 demandaron poner fin a la
protesta social, a la anarquía de los cortes de calles y rutas. Machacaron con
el aislamiento internacional y a que el país se encaminaba a ser Argenzuela.
Pidieron mano dura, cárcel y balas para
combatir la inseguridad. Bramaron por reducir el gasto público y terminar con
los planes sociales para vagos. Pusieron a la inflación en el centro del debate
nacional para dar lugar a un ajuste que, sin duda bajará la inflación, a la par
del consumo, el poder adquisitivo y el empleo.
El último decreto,
bien republicano, para llevarse puesto el Afsca será, para ese electorado,
liberar a los medios hegemónicos de los ataques K a la libertad de expresión y
poner fin al objetivo populista de pluralizar la palabra. También estarán de
acuerdo en “sincerar” los 75.000 empleos que el Ministerio de la Modernización,
figura Orwelliana, decidirá calificar en los próximos tres meses en base a la
supuesta idoneidad de quienes disponen contratos con el Estado desde los
últimos tres años. En tanto, como está sucediendo desde el 22 de noviembre,
puertas adentro, el Frente para la Victoria se encuentra en un proceso de
reflexión para analizar y comprender las razones de la derrota. Primer paso
para, no sólo resistir y aguantar, sino para emprender el camino de regreso al
poder.
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