Su particular timbre de voz y su libertad
rítmica hicieron de ella una de las cantantes más personales e influyentes del
mundo del jazz, incursionando con igual calidad dentro del género del blues.
Sin embargo, Holiday no supo asimilar el éxito: consumidora habitual de drogas
y alcohol, poco a poco entró en un proceso de decadencia artística, al que se
sumó una desafortunada vida sentimental que la condujo a una profunda
depresión. El martes 7 próximo pasado se cumplieron 100 años de su nacimiento.
Murió tempranamente en 1959 a causa de la heroína.
Billie no tiene nada que ver con ninguna
otra cantante de jazz. Todo cuanto la rodea es un misterio. A pesar de no tener
estudios técnicos, poseía una incomparable dicción, fraseo e intensidad
dramática. Llena de sentimiento, su voz, es todavía capaz de erizar la piel, a
pesar de que en los últimos años era ya apenas perceptible. En este nuevo
milenio, en que las voces femeninas han invadido el mundo del jazz, la
presencia de Holiday se agiganta a cada nueva escucha. Su legado es inmenso e
insustituible.
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