Los que ahora buscan el cadáver-país Por Carlos A. Villalba para Miradas al Sur





 

 


Ningún hecho aislado define cada etapa de la vida institucional, política, económica y social de un país. Sin embargo, los esfuerzos para generar situaciones y, en particular, la utilización que cada sector haga de ellas puede engendrar escenarios conflictivos, además de desnudar sus intenciones. 

El accionar de los fondos buitre, con anclaje en sectores político-financieros locales; la retención de granos para no proveer de divisas al Estado y las maniobras especulativas con el dólar para aumentar su valor en el mercado ilegal y promover una nueva devaluación; la retención de autos terminados ante un mercado excitado por consumirlos, aumentos indiscriminados de precios, la amenaza de movilización de sectores sindicales vinculados a distintas oposiciones y la posible reiteración de movimientos sediciosos de algunas policías provinciales, constituyeron un conjunto de  hechos e hipótesis que, al comenzar el último trimestre de 2014, llevaron a imaginar un horizonte crítico para fin del año. Sin embargo, el “derrumbe económico” no se produjo, no hubo plafón para arrastrar protestas con bolsillos aliviados gracias a aguinaldos, 12 cuotas y la disminución de alguna quita; entonces “arrancó el verano” que, cuando termine, tal vez arroje las cifras más impactantes de la historia en materia de consumo y movilización turística.

Ese verano exitoso es el prólogo del año de la elección más importante del último tramo de la democracia. El que decidirá si el modelo kirchnerista, de redistribución con inclusión, seguirá para avanzar hacia una nueva etapa de profundización de lo actuado, o si habrá un retorno al modelo de endeudamiento y exportaciones básicas con empobrecimiento y exclusión de grandes sectores populares. 

Con la imagen presidencial en alza, el mantenimiento de las simpatías del núcleo duro del kirchnerismo –cercano al piso necesario para que el Frente para la Victoria se imponga en primera vuelta– y un contexto económico más favorable que el del año pasado, la imposibilidad de los distintos sectores opositores de acumular simpatías que los pongan claramente al frente de los guarismos electorales se convirtió en un problema grave a sólo 8 meses de los comicios. Los grupos económicos que quieren el cambio de signo gubernamental, a través de sus negociadores en las sombras y de sus comunicadores a la luz del sol movieron las fichas; restaron ímpetu a sus apoyos al ex intendente de Tigre, Sergio Massa, y redireccionaron inversiones hacia el empresario que gobierna la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Mauricio Macri, a quien hicieron acompañar por una de sus defensoras sinceras, Elisa Carrió.
Presión, desestabilización, destitución. Sobre las aguas, el escenario lucía calmo. Sólo las noticias del ámbito judicial sostuvieron aquellas hipótesis de un fin de año convulsionado. Denuncias diversas que, al final, llegaron hasta la máxima autoridad del país por motivos impositivos y comerciales, se constituyeron en el ariete con que los medios de mayor tiraje nacional pegaron, con los grupos opositores a la cola.
Llegó la medianoche del domingo 19 de enero y el amanecer del lunes 20 de enero estalló el aquelarre, comunicacional primero, político, un segundo después. Desde aquellos momentos hasta hoy, sobre la muerte del fiscal especial de la causa AMIA, Alberto Nisman, se ha escrito todo, salvo la verdad. Porque nadie la conoce. Lo que sí se conoce es lo que más arriba se planteó en términos genéricos, la utilización del hecho que cada sector decidió hacer, en el camino de la construcción de escenarios conflictivos. Mal que le pese al radical alfonsinista Leopoldo Moreau, las de la Argentina de hoy no son las de aquel país en que, en una Semana Santa golpista, la oposición –en ese caso peronista– se acercaba con premura a ponerse junto al Presidente de la nación, que era ponerse junto a la Democracia, la institucionalidad y la República. La Argentina actual sigue siendo un país en disputa. Y lo que se ve en los canales de televisión son apenas anécdotas, por desagradables que sean. Lo que se disputa es poder de verdad, no simples bancas de diputados. Se pelea por la mejora distributiva que favorezca a los trabajadores y, en consecuencia, recorte más rentas de los grupos económicos dominantes, los que, además, dan batalla a los procesos de organización popular y a su consolidación, una posibilidad que amenaza su propia existencia futura. 

En ese marco político y económico, los grupos concentrados, con respaldo del capital financiero internacional, y con los medios de comunicación en su poder o a su servicio, mantienen una operación permanente con la intención de debilitar, incluso más que al Gobierno, a Cristina Kirchner, con el objetivo de impedir la continuidad de sus políticas, ya sea por la interrupción de su mandato presidencial constitucional por decisión soberana del 54% de la ciudadanía o a través de un debilitamiento de su figura, logrado por todos los medios de presión, para impedir que sea quien conduzca la transición electoral y, en esa pelea de fondo con los grupos dominantes, mantenga la proa del barco en la dirección que favorezca a los sectores populares. Esto implica mantener y fortalecer las medidas iniciadas en 2003 y encarar cambios profundos, que sólo son posibles con medidas económico-financieras profundas y avanzando sobre las corporaciones y sus rentas, a través de distintos tipos de medidas favorables para la población, especialmente para los más humildes, los que todavía no tienen trabajo y los trabajadores que no pueden acceder a todos los derechos, y que permitan sostener el desarrollo de la producción, el trabajo y las herramientas redistributivas. Es avanzar sobre la matriz productiva argentina.

La oposición a decisiones de ese tipo hará que la campaña sea aún más feroz en los próximos meses. Están dispuestos a todo. Ahora, por ejemplo, están buscando la foto de alguna figura, esposada y llevada a tribunales, que pegue en el corazón del Gobierno y, en especial, de la propia Presidenta. 

Sin embargo, se equivocan todos los que decidieron convertirse en los últimos días en investigadores policiales; nada de lo que pasa es policial, ni siquiera las filtraciones de escuchas sobre teléfonos del fiscal Nisman, que muestran la presión intolerable ejercida sobre él para que acusase a la Presidenta. Es la política, es la pelea de fondo. De ella se saldrá con mejores condiciones de vida y democracia o se construirá un escenario tan condicionado por la inyección de odio de unos contra otros con la que, los que temen una nueva derrota, cargaron sus hipodérmicas. 

Si se lee el manual del “golpe blando”, ya sea como papel de la CIA o como instrucciones para evitar la desestabilización de los gobiernos constitucionales que no favorecen a los intereses de Washington, creerá estar leyendo el guión que usa la comunicación concentrada de la Argentina. También, comprenderá que, de las 5 etapas que abarca, los desestabilizadores ya avanzaron hasta la cuarta.

  Comentario del editor:

  Y un día buena parte del poder judicial tuvo que mandar a la mierda su máscara de asepcia política y mostrarse tal cual es. Nada será igual a partir de esta definición, cualquier evento del futuro tendrá los antecedentes de presente. Ni siquiera aquellos dirigentes que hoy se benefician van a poder escapar de tan perversa lógica cuando se vean apretados por el poder real.
La justicia ha logrado que nadie crea en ella, y cuando digo nadie hablo de oficialistas y opositores. Nuestra justicia le ha hecho, desde hace no menos de 40 años, un flaco favor a la sociedad. Se abstuvo de denunciar delitos de lesa humanidad cuando no debió, fue condescendiente cuando se vendieron hasta los calzones de la abuela, permitió que los dos atentados más cruentos que nuestra civilidad sufrió quedaran impunes, se dejó filtrar por servicios internos y externos, permitió persecusiones, proscripciones, avaló acuerdos económicos como el plan Brady, el megacanje y el blindaje, declararon constitucionales durante más de 12 años obediencia debida, punto final y los indultos, y trabaja en alianza con los poderes fácticos globalizados en contra de los gobiernos populares. Hasta hace un tiempo lo hacían bajo cuerda, hoy lo hacen a cara lavada, marchando en silencio, machacando y erosionando con sus pervesos fallos. A la par ocultan y cajonean las causas del establishment dominante.
Mientras todos hablan de republicanismo se pretende interrumpir nuevamente el orden constitucional.
¿Es sorpresivo? De ninguna manera. Nunca hubo culpables por los bombardeos del 55, por los fusilamientos en José León Suarez y por los sucesivos derrocamientos a la voluntad popular.

 

 


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