El
sábado 4 de diciembre de 1993, hace ahora exactamente 21 años, moría Frank
Zappa, en su casa, arropado por su mujer y sus hijos. 21 años sin Zappa es
demasiado tiempo, dos décadas y pico desamparados, huérfanos del genio más
irreverente, divertido y descomunal de la historia del rock. Acaba de
publicarse en español, con casi un cuarto de siglo de retraso, The
Real Frank Zappa Book, un extraordinario libro autobiográfico en el que
Zappa empieza explicando que en la tarea va a ayudarle Peter Occhiogriosso: “Es
escritor y le gustan los libros. Incluso se los lee.
Me parece bien que todavía se
escriban libros, pero a mí me dan sueño”.
The FranK ZaPPa BLueS SonG
Sus
memorias empiezan intentando delimitar la leyenda de la realidad, desmontando
habladurías tales como la historia de que una vez se cagó en un concierto, de
que se comió una mierda en el escenario o de que su verdadero padre era el
Capitán Canguro, un personaje de una serie de televisión. La verdad es que el
pequeño Frank se crió en una familia estadounidense procedente de emigrantes
italianos, árabes, griegos y franceses. En medio de una infancia jalonada de
brutales cambios de domicilio y barrabasadas varias, Frank descubre en la
música un enorme continente inexplorado donde para él no hay fronteras.
Disfruta lo mismo escuchando rythm & blues que música clásica. Un día, en una
tienda, regatea con el dependiente y compra un disco de obras orquestales de
Edgar Varèse que se apresura a poner en casa a todo volumen y que horroriza a
su madre. Tras desgastar los surcos, pasa a Stravinsky, otro músico que le
fascina por su sonido y su ritmo y que le lleva al estudio de la percusión. Al
cumplir quince años su madre le pregunta qué quiere de regalo de cumpleaños y
responde que una llamada de larga distancia para telefonear a Edgar Varèse;
había sacado el número de una guía telefónica de Nueva York al deducir que un
compositor con pinta de científico loco sólo podía vivir en el Greenwich
Village. Zappa logró hablar con su mujer, ya que Varèse se encontraba de viaje
en Ginebra, y cuando se enteró que estaba trabajando en una obra llamada Desiertos,
se puso muy contento porque pensó que su músico favorito estaba escribiendo
“una canción sobre su pueblo”.
Frank Zappa - Been to Kansas City in A Minor
Sus
comienzos en el negocio del espectáculo, en diversos bares y locales de mala
muerte, fueron durísimos y lo serían aun más a la hora de grabar su primer
disco, cuando la banda que lideraba ni siquiera tenía nombre y andaban tan
hambrientos que tuvo que pedirle un adelanto de diez dólares al encargado del
estudio para que pudieran comer algo en una cafetería antes de la sesión. “Si
no fuese por ese viejo tacaño” dijo, “quizá no existiría Freak
Out!“. Alguien le advirtió que en el disco no podía aparecer el nombre
bajo el epígrafe de The Mothers y así nació The
Mothers of Invention. El primer álbum doble de la historia del rock
tampoco fue lo que se dice un éxito, pero Zappa era un trabajador incansable
que no se arredraba ante nada y que lo mismo escribía música orquestal que
tocaba en salas de baile o en festivales de jazz. En uno de ellos, que tuvo
lugar en Carolina del Sur en 1969, descubrió en los pasillos al gran Duke
Ellington mendigando diez dólares como había hecho él unos años antes. Se quedó
tan dolido y atónito que decidió disolver el grupo en ese mismo instante, un
intermedio que duró casi un lustro, pero en el que no paró quieto un segundo.
Voy
comprendiendo ya que resumir la vida y la obra de Zappa en unos párrafos es
literalmente imposible y también inútil: les recomiendo que lean el libro.
Tampoco se me ocurre una cosa mejor en la que gastar veinte euros, salvo quizá
adquirir unos cuantos álbumes de esa inmensa discografía que es, tal vez, la
más copiosa, variada y portentosa del último medio siglo en cualquier género.
La imaginación musical de Zappa no daba abasto: había años en que llegaba a
publicar cuatro, cinco o seis discos (la cosecha entera de muchos otros
músicos), como si de algún modo supiera que el tiempo que le quedaba por
delante era muy poco y hubiera decidido adelantar el trabajo. Aparte de uno de
los guitarristas fundamentales del rock y uno de sus mejores letristas, Zappa
era ante todo compositor y su dominio de las formas absoluto: lo mismo bordaba
un simple estribillo, que una melodía
incomparable, que colaboraba en un disco junto a Pierre Boulez, el
engreído e intratable Papa de la música contemporánea.
Merely a Blues in A
Tuvo
batallas legales contra la censura y juicios por obscenidad cuya lectura
arranca, como tantas ocurrencias suyas, lágrimas de risa. Se presentaba cada
cuatro años a las elecciones presidenciales en Estados Unidos y, por desgracia,
no ganó jamás aunque, como dijo alguien, “sería maravilloso”. A pesar de su
pinta estrafalaria y de su chocante sentido del humor, no había nadie más serio
sobre un escenario y es célebre la orden, que cumplía a rajatabla, de que sus
músicos no tomaran drogas cuando andaban de gira, a pesar de que parecían una
plantación viviente de marihuana con barbas. En un concierto les pidió a unos
marines borrachos que subieran a cantar y, al acabar, les entregó un muñeco y
les dijo: “¿Por qué no mostráis al público cómo os ganáis la vida? Ahora
imaginaos que es un bebé coreano”. Los marines despedazaron al muñeco a hostias
mientras que The Mothers ponían la banda sonora. Cuando
terminaron, Frank recogió lo que quedaba del muñeco destrozado y lo enseñó al
público en medio de un silencio espeluznante.
En
otra gira llevaba una jirafa hinchable de tamaño natural rellena de nata y, en
un momento de frenesí absoluto, uno de los músicos la masturbaba y embadurnaba
a las primeras filas del público. Cuando le preguntaron por qué la jirafa,
Zappa respondió: “A veces no encuentro una nota lo bastante horrible como para
expresar toda la angustia y la desesperación que siento, y entonces necesito
una jirafa rellena de nata”. Quizá sea una anécdota falsa pero una vez me
contaron que en Madrid tuvo los santos cojones de no cantar ni tocar una sola
nota durante toda la actuación, limitándose a dirigir a sus músicos mientras
permanecía frente al público sentado en una banqueta. Aún no había aparecido
sobre las tablas ya bien empezado el concierto y la gente empezó a corear su
nombre: “¡Frank, Frank, Frank, Frank!” Al final Zappa salió sin guitarra, con
un micrófono y una banqueta, se sentó en ella, cruzó las piernas, más chulo que
un ministro, y preguntó con cachondeo a la audiencia enloquecida: “¿Queriáis
verme? Pues aquí estoy”. No, no estás, Frank, cacho cabrón, llevamos 21 años
esperando.
Paco Miró dice
ResponderEliminarMusicos hay buenos , normales , favoritos ,populares ,virtuosos etc pero hay unos pocos que si uno invierte el tiempo ,pone atencion y esfuerzo la recompensa es abismal. No es ya escuchar una linda melodia o un buen punteo es realmente una experiencia nueva y unica por nombrar algunos Stravinski,Piazzola,Spineta,Coltrane,Ellington,Joni Mitchel,Robert Fripp ,King Crimson,Yes, Hendrix y por supuesto Zappa.
Vale mencionar que uno de sus albums"Aposthrophe" llego al puesto 10 de la Bilboard, ,me preunto si hoy tendria algun lugar fuera de una elite de amantes de la musica y gente de mas de 45 anos ,hasta principios de los 80 muchos de estos musicos eran mucho mas populares.Gracias por recordarlo.