“Google no vende un producto, la gente es su producto”




por Daniel Martín Periodista miembro de la comunidad editorial del 4º Poder en Red


El pasado mes de agosto  Julian Assange ofreció una rueda de prensa en la sede diplomática de Ecuador en Londres, donde permanece encerrado desde hace dos años, para anunciar que “dejará pronto la embajada”. Mientras se soluciona su situación legal, el fundador de Wikileaks emplea su tiempo en seguir arrojando luz en los rincones más oscuros del poder, limpiar la esfera pública y hacer cumplir su máxima de “transparencia para el poderoso y privacidad para el desposeído”. Esta vez le ha tocado a Google.
Hace dos semanas vio la luz el libro Cuando Google conoció a Wikileaks*. En él, Julian Assange acusa al gigante tecnológico de haberse convertido en un “agente colonizador”.
El fundador de Wikileaks mantiene que Google es una versión privada y legal de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA según sus siglas en inglés). La empresa proporciona servicios aparentemente gratuitos para inducir a la población a usarlos a cambio de su información privada. Estos datos son ordenados, indexados y organizados para posteriormente ser vendidos a los anunciantes. La tesis central del periodista australiano incide en que “Google no vende un producto, la gente es su producto”.
Todo ello hace que la NSA no necesite recolectar datos por su cuenta para llevar a cabo sus programas de espionaje masivo, le basta con utilizar su influencia para presionar a las corporaciones y conseguirlos.
Hace unos días salieron a la luz más de 1.000 páginas que documentan una batalla judicial secreta entre Yahoo y el Gobierno estadounidense sobre la vigilancia sin orden judicial. En 2007, la empresa intentó defenderse contra la petición del Gobierno para obtener información acerca de ciertos clientes. En un comunicado, el consejero general de Yahoo, afirmó que se les llegó a amenazar con una multa de con 250.000 dólares diarios si no colaboraban.
El Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera de los Estados Unidos finalmente tumbó el desafío de  Yahoo. La empresa se ​​convirtió en uno de los primeros en entregar la información al programa PRISM de la NSA, lo que permitió el acceso del Gobierno a los registros de chats, correos electrónicos e historiales de búsqueda de los usuarios de Internet, de acuerdo a los documentos filtrados por Edward Snowden.
El gobierno utilizó la decisión del tribunal para presionar posteriormente a Google, YouTube, AOL y Skype, que también estuvieron entre las empresas que proporcionaron datos de comunicaciones a PRISM.
¿Un ‘buen ciudadano’ no tiene nada que temer?
Eric Schmidt, el presidente de Google, declaró en 2009 que “si haces algo que no quieres que sepa nadie, quizá no deberías hacerlo”. Este argumento, junto a la lucha contra el terrorismo, ha sido una de las principales explicaciones dadas por los estamentos del poder para justificar el asalto a la privacidad del ciudadano de a pie.
Estos razonamientos han permitido la represión de la disidencia en dos sentidos. Por un lado, han llevado a la aplicación de procesos jurídicos secretos como el juicio a Chelsea Manning o la anteriormente nombrada batalla legal de Yahoo. La otra consecuencia es que la sensación de continua vigilancia lleva a limitar las potencialidades de la población.
En el libro Sin un lugar donde esconderse, el periodista Glenn Greenwald da una idea de la magnitud de los daños imperceptibles generados por la vigilancia masiva: “En la esfera de la privada es donde germinan la creatividad, la rebeldía y los desafíos a la ortodoxia. Solo cuando creemos que nadie nos observa somos realmente libres para ser nosotros mismos y experimentar de veras nuestros límites, maneras de ser o de pensar”.

Fuente: Diario Público de España


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