Tras las huellas,
las sombras
O estamos solos en
el universo o no lo estamos.
Las dos
perspectivas son aterradoras.
Arthur Clarke
I
Al despertar sus
ojos comenzaron a delinear circuitos y recorridos concéntricos tratando de
identificar guiños y señales que le modelen aproximaciones sobre lo que estaba
sucediendo. Se percibía inmóvil, desnudo y obsceno, sólo propietario de lo que
intuía o en su defecto imaginaba. Descendió la vista de manera ostensible y
descubrió un sistema de entubamiento generalizado que invadía su precaria
humanidad inyectando por diversos flancos su ignominia dominante. El
inconfundible vaho a ropa blanca de cama generosamente desinfectada, tabiques
divisorios y la venturosa imagen del Cristo le otorgaban las primeras certezas
circulantes. No debía estar pasando por el mejor de sus momentos concluyó prima facie; apenas una tenue dicroica
lo desafiaba de manera deshonesta a exhumar los rincones del monótono paisaje.
El goteo silencioso y pausado del suero lo entretuvo un buen rato; la
transparencia de las cánulas y el recorrido de sus líquidos interiores le
hacían recordar sus adolescentes experiencias en la clase de química inorgánica
durante su primer año en la Facultad de Medicina de Universidad de Buenos Aires
a principios de los ochenta. Supuso que tras la frontera del tabique el estado
de inexistencia era absoluto debido a que no advertía sombras ni murmullos
alentadores. Intuyó que su contacto con el exterior era solamente un diminuto
dispositivo que tenía ensamblado en su mano derecha a modo de campanilla o
llamador. Por el momento no tuvo deseos de saber quién acudiría al accionar el
dispositivo, prefirió seguir recostado en su soledad tratando de improvisar
recuerdos, relacionándose con su pasado de forma tal, poder acercarse a sí
mismo, minutos antes que un anónimo suceso le determinara su presente estado.
- Usted
sí que tiene un hermoso azul en los ojos – comentó la enfermera que momentos
antes había ingresado a la habitación –, me alegra verlo despierto, síntoma que
su salud mejora más rápido de lo previsto. Guarde calma y trate de no pensar,
el médico no tardará en venir apenas le comente la novedad. Bienvenido Damián,
lo estábamos esperando.
El sonido de la
puerta al cerrarse le significó una nueva soledad y nuevo interrogatorio al
paisaje, una vieja desmemoria alumbrada por sombras versadas y culminantes,
pretéritas e indefinidas, extasiadas por su dictatorial albedrío. Su nombre,
como dato revelador, no le pasó inadvertido.
- ¿Cómo
le va mi amigo? – el profesional se colocó a los pies del paciente haciendo una
pausada lectura sobre las notas del día – Soy el médico a cargo de su caso,
Alberto Valencia es mi nombre. De forma gradual y mesurada lo iré poniendo en
autos con respecto al devenir. Si bien su tratamiento reviste características
particulares existen generalidades que no se pueden obviar. Le recomiendo
descansar y procurar disciplinar sus emociones de forma tal no vernos en la
obligación de extremar las dosis de paliativos. Le adelanto que su evolución ha
sido milagrosa, le puedo garantizar que las expectativas de una rápida
recuperación ya son tangibles. Considero que estamos en condiciones, a partir
de mañana, de liberarlo paulatinamente de estos conductos comenzando a conversar
largo y tendido sobre su condición. Nos vemos entonces, hasta mañana...
Damián notó que el
doctor Valencia se retiró del recinto con segura tranquilidad, no teniendo más
remedio que tolerar ese apacible semblante científico y su refrescante discurso,
quedando a la espera de revelaciones que hasta el momento le eran
maliciosamente esquivas.
Durante la mañana
siguiente, a primera hora, se procedió metódicamente al retiro de las cánulas
constatando las reacciones del cuerpo a medida que los medicamentos dejaban de
manifestar sus efectos. En algún caso tuvieron que disminuir las dosis
utilizando otras vías de ingestión. Lo cierto es que al despertar se sintió un
tanto menos cautivo de su propia indigencia y desconcierto. Solamente el suero
continuó formando parte del obligado equipaje, cosa que asimiló desde la
resignación y no desde la inteligencia. La cruz de la cabecera continuaba
inmaculada prestando debida cortesía, la ropa blanca potenciaba su aroma a
desinfección y la pequeña dicroica de esquina era su momentánea y única
compañía. Se encontró dispuesto y con fuerzas para iniciar su camino de
búsqueda y encuentro. Saber quién era ese tal Damián, comprender por qué estaba
allí postrado sometiéndose de ese modo a la tiranía que siempre nos propone la
realidad. De alguna manera admitía ser propietario de una historia y que
esa reseña debía estar apuntada en la memoria de alguien bien dispuesto a
confesarla. Su mente no estaba absolutamente en blanco. Recordaba sus tiempos
universitarios a propósito de la terapia rememorando con marcada nubosidad un
accidente automovilístico durante los noventa que le provocara la pérdida de un
riñón incluyendo el imborrable bajorrelieve diagonal de una cicatriz de veinte
centímetros en el muslo de la pierna izquierda. Suponía que más temprano que
tarde su vida caería como cascada a la espera de ser ordenada y presentada como
alegato indiscutible de modo serle confesada a favor de su inteligente necedad.
- Que
podamos hablar puntualmente del tema constituye todo un acontecimiento Damián –
mencionó el facultativo apenas ingresó al recinto – Espero haya amanecido con
voluntad y deseos de escuchar.
- Descuente
mi predisposición, doctor.
- En
primera instancia le informo que desde hace quince meses se encuentra internado.
Durante los ocho iniciales lo estuvo en terapia intensiva, desde allí pasó a
intermedia en donde actualmente estamos ubicados. Nuestra idea es que a partir
de la semana entrante sea derivado al sector de cuidados corrientes. Le cuento
que su caso nos ha presentado un fabuloso desafío científico apenas
arribado a nuestra guardia de emergencias, su cuadro en aquel momento era
potencialmente irreversible. Hoy nos encontramos ante una situación que nos
enorgullece como profesionales, tanto a escala personal como institucional. El
grado de complejidad del dilema nos motivó apenas fuimos hurgando y analizando,
diversificando hipótesis, errando diagnósticos, sometiéndolo y sometiéndonos a
nuevos desafíos e investigaciones, implementando estudios y técnicas inéditas
hasta entonces. Entrando en tema le diré que una generalizada y desconocida
infección comprometía su sistema nervioso central inmovilizando algunos de los
órganos vitales. Básicamente esa es la explicación que por el momento le puedo
ofrecer, con el tiempo obtendrá mayores detalles a la par que usted mismo los
podrá descubrir en la medida que vaya desandando el inevitable tratamiento de
recuperación motriz que se verá obligado a realizar. Entendemos que tanto la
memoria como la capacidad para relacionar acontecimientos de su vida comenzarán
a verificarse una vez que modifiquemos cierta medicación que le incorporamos de
ex profeso para evitar que factores emocionales conspiren contra su
rehabilitación. Por el momento le adelanto que su nombre es Damián Lafinur,
soltero, argentino, cuarenta y tres años y operario con jerarquía de jefe
técnico en la Comisión Nacional de Energía Atómica, central Atucha I.
- ¿Quién
está afrontando económicamente semejante despliegue científico, doctor?
- Una
primera etapa del tratamiento lo afrontó su obra social, hablamos de sus
curaciones básicas; pasadas la dos primeras semanas, cuando nos cercioramos de
lo extraordinario del caso, tomamos el desafío como propio, en consecuencia
nuestros protocolos internos fueron los que se encargaron de los costos y demás
cuestiones burocráticas.
- ¿Un
conejillo, un objeto de estudio podría afirmarse?
- No mi
querido Damián, todo lo contrario. Un compromiso ético – aseveró Valencia –
- Hágame
un favor doctor, porque no se va al carajo.
Era la reacción
esperada y deseada. Un advenedizo que de buenas a primeras se despierta quince
meses después sin identidad y recibe como parte diario la novedad que acaba de
volver de la muerte, ente ausente de capacidad para reconstruir su pasado cuya
memoria está enfrascada en los sintéticos ámbitos de un dispensario a la espera
que el albedrío de los profesionales dispusiera del reencuentro, y que para
redondear el asunto no tiene bien en claro qué es lo que se debe agradecer.
El fin de semana
pasó sin mayores sobresaltos. Las enfermeras iban y venían intercambiando
silencios perturbadores con sonrisas innecesarias. Por suerte no se había
olvidado del concepto de belleza, a esta conclusión llegó gracias a una de las
practicantes. Diana portaba una formidable silueta acompañando una cadencia
centroamericana muy seductora además de un fascinante perfil en sus rasgos.
La Clínica vivió su
Domingo de visitas familiares con el caos acostumbrado, por suerte la
habitación de Damián no había sido sometida a tal invasión. Si bien escuchaba
con extraña nostalgia la claridad de los murmullos exteriores, concluyó que
luego de tanto tiempo en coma nadie sentiría expectativa cierta por su persona.
Terminado el horario vejatorio estimó que era el momento oportuno para invitar
a Diana a su modesto albergue y afrontar, de ese modo, las primeras
indagatorias sobre su pasado. No pasó un minuto de haber accionado el
dispositivo manual cuando la enfermera ingresó al ambiente con un semblante
riguroso que denotaba suma preocupación.
- ¿Qué
le ocurre Damián, siente alguna molestia? – preguntó agitada –
- Nada,
no se alarme. Es domingo y necesitaba, en cierto modo, cumplir con el rito de
las visitas sospechando que a usted no le molestaría ceder ante mi capricho. –
Damián se mostró cordial y presumido sabiendo que su estado le permitía alguna
dosis de impunidad que Diana tenía la obligación de tolerar. Lo que Damián
ignoraba es que la enfermera estaba aguardando por esa instancia desde hacía
varios meses –
- Bueno,
aquí me tiene – manifestó sonriente y distendida la asistente –. Estoy por
terminar mi turno, de modo que puedo fingir durante un rato y capitular ante su
pedido.
- No
sabe cuánto se lo agradezco Diana. Usted no sólo es un regalo para los ojos,
también es sumamente expresiva y refinada.
- Me
ruboriza el halago. ¿Me va a invitar a salir? En su estado y sin el alta médica
no creo que podamos ir demasiado lejos – contestó bromeando la muchacha –
- No se
burle, créame que me gustaría ofrecerle más que un vulgar piropo – aseveró
Damián mientras dimensionaba sus visiones por entre los botones y las
transparencias de la bata -. ¿Qué sabe de mí Diana?
- Debí
suponer que tanta lisonja tenía su costo – Sentenció la auxiliar un tanto
decepcionada –
- No
mal interprete. Digamos que es una pregunta excusa. Es cierto que necesito
ayuda para conocerme y creo que no hay nadie mejor que usted para desempeñar
ese cometido; le ruego que si la comprometo profesionalmente con mis
consultas olvide el asunto.
- Juro
Damián que me encantaría colaborar en la búsqueda de su identidad – ratificó
Diana – pero tenemos vedada toda posibilidad de injerencia al respecto; eso es
competencia exclusiva del departamento de psicología de la Clínica. Además su
caso es demasiado complejo para que, como simples auxiliares, nos tomemos
ciertas libertades por fuera del tratamiento establecido. Compréndame, no es
egoísmo personal lo que moviliza mi actitud, se trata de ética profesional.
- Al
último que me habló de ética lo mandé al carajo Diana – inquirió fastidiado
Damián – , pero no se preocupe, cambiemos de tema rápidamente... ¿Soltera?
- Separada
– contestó la joven -. Desde hace tres años, y le confieso que un tanto
acobardada como para reiterar la experiencia.
- No
veo la razón. Es joven, bonita. No creo que le falten pretendientes.
- Depende
para qué. Además no soy tan joven como usted afirma. Considero que treinta y
cinco años son una buena medida para incorporar el tamiz como indispensable
herramienta de elección.
- ¿Hijos?
- No
pude y creo que eso afectó de modo irreversible la relación con mi esposo.
Parece que el hombre necesitaba una prolongación de su ser. No le alcanzaba con
compartir sus momentos conmigo – explicó la enfermera ciertamente acongojada -
- Lo
lamento. Veo su relato inmerso en un ámbito de tristeza y no estamos aquí para
nostalgias. A propósito su acento y su estereotipo son bien caribeños.
- Soy
nicaragüense, emigramos con mi familia en tiempos de la dictadura de los
Somoza.
- ¿Vive
sola?
- Con
mi mamá, mi padre falleció hace diez años. Tenemos un departamento en el barrio
de Flores. Típica vivienda por pasillo, tiene patio y terraza. Si bien es
antiguo lo conservamos en muy buen estado, decorado con lozana elegancia. Ambas
disfrutamos mucho de estar en casa, en consecuencia, ponemos gran esmero para
mejorar su estética y atender su mantenimiento.
- ¿Flores?
– preguntó Damián –
- Lo
siento, no me va a engañar Lafinur. Es un barrio porteño. Más que eso no le voy
a decir.
- Veo
que es sumamente desconfiada.
- No es
desconfianza; temo que tengo determinados reflejos que condicionan mi conducta
debido a tantos años de ejercer como auxiliar de enfermería. Hay señales
universales que los pacientes reiteran más allá de un diagnóstico
específico.
- ¿Y
lejos de la Clínica y de su casa?
- Mis
amigos se fueron con la separación, creo que nunca supe diseñarme relaciones
propias. En ese sentido sospecho que él tenía razón; uno no puede ser solamente
lo que es capaz de atraer, es necesario buscar lo que se desea conforme
estéticas propias. Sin ir más lejos, hace pocas semanas creí en un nuevo y
repetido espejismo; corrí tras él como sedienta al oasis. Me agradaba
fascinarlo, seducirlo y encantarlo, pero no fue suficiente. Yo también
necesitaba ser cautivada; es raro, precisaba admirar a ese tipo y no me estaba
sucediendo. Temo que eso es lo que busco; fascinar sexualmente y si se quiere
primitivamente no sólo a quién me guste físicamente sino también a quién admire
desde la inteligencia.
- Diana.
Juro que le doy fe por el veinte por ciento que me toca – interrumpió Damián -.
Es la tarea más sencilla y obvia; resulta imposible no ser atraído por usted. Y
hablo de un veinte por ciento ya que el ochenta restante, es decir lograr su
admiración, debe constituir lo más complejo del dilema. Me va a tener que disculpar,
debo confesarle que padezco un estado de excitación generalizado y desprolijo,
algo inmanejable que está conspirando malamente a favor de mis dolores.
- Es
hora de retirarme entonces. Ha sido una hermosa charla pero ya estoy
arriesgando mi puesto. En ese sentido el doctor Valencia es inflexible.
- Desde
luego y gracias por haber cedido a mi capricho – aprobó el paciente -,
imagínese por un rato lo que ha significado para mí un domingo sin deseos de
suicidio.
- Todavía
no ha regresado íntegramente y ya está pensando en eso. No me defraude Damián,
trate de no ser vulgar. Me alegra haber aportado para evitar tamaña afrenta
intelectual. De ese modo usted mismo es quién está conspirando contra ese
ochenta por ciento de complejidad que le adjudica a la misión.
Un beso en la
frente por parte de la enfermera segundos antes de retirase del salón le
permitió examinar el descollante surco que proponían los senos de la dama; el
corpiño apenas si sostenía tamaña nobleza recordando en ese instante que debía
esforzarse para rememorar otros pechos y otros besos y otros deseos. Hacia el
final del domingo logró distinguirse trabajando en la central atómica en
soledad, completaba la geografía una consola manual, un ordenador personal, dos
teléfonos y un circuito cerrado de televisión. La estría en el muslo había
desaparecido y el supuesto accidente automovilístico de mediados de los noventa
carecía de presencia. Sus años universitarios recorrían los pasillos de la
facultad de ingeniería y no de medicina como su evocación anterior lo indicaba.
Se percibía sometido a un pendular juego mnemónico con reglas propias y huellas
aleatorias. Sospechó que la sutil disminución en las dosis de los narcóticos
provocaba cierta confusión, imprecisiones varias y algún que otro desvarío.
Prefirió entonces no herirse y descansar; la sazón que dejó la reciente charla
con Diana intervenía como eficiente analgésico.
A primera hora del
lunes el doctor Valencia ingresó al recinto releyendo velozmente las notas del
fin de semana. Cuando Damián despertó se entretuvo observando que el médico
gesticulaba positivamente mientras avanzaba en la lectura del informe. Un
elegante bolígrafo a presión tildaba conceptos de manera aprobatoria.
- ¿Buenos
días mi amigo, cómo ha pasado la noche? –Preguntó el doctor–
- Bien,
tranquilo, con mucho apetito.
- Pero
eso es fantástico. Nuestras conjeturas apuntaban que recién en noventa y seis
horas podría llegar a producir sensaciones de apetencia. Su recuperación es un
verdadero hito científico – afirmó Valencia –
- ¿Me
puede explicar qué me sucedió doctor? Ese es mi verdadero apetito
- Hoy,
apenas lo traslademos al sector de cuidados corrientes, comenzaremos
pausadamente con el tema. Y hablo en plural debido a que convoqué para la tarea
al doctor Camilo Giberti, médico psiquiatra y además psicólogo en jefe del
Instituto de Ciencias Fisiológicas de La Habana. En una hora estará por aquí,
hace dos días que llegó a Buenos Aires y estuvo desde ese momento estudiando su
historia clínica. Los cubanos poseen técnicas muy avanzadas en todo lo
concerniente a tratamientos para rehabilitación motriz, además de ostentar uno
de los sistemas más avanzados en medicina psiquiátrica. Para ellos no existen
enfermedades sino enfermos, en consecuencia cada tratamiento debe
personalizarse en función del historial y sus características. En conjunto
delinearemos el futuro de su recuperación.
- ¿Podría
desayunar algo específico y concreto? – solicitó Damián –
- Sólo
un té amargo con alguna galletita sin sal.
- ¿Un
caramelo, algo dulce?
- Sólo
un té amargo con alguna galletita sin sal – reiteró malhumorado Valencia –
- Si no
queda otra, acepto.
- En
instantes la enfermera vendrá con su desayuno.
El paciente esperó
por Diana con el mismo apetito que por su desayuno. La simpática y veterana
Ángela fue su reemplazo necesario. El ordenamiento por turnos imponía una
ausencia inesperada de modo que fue imposible reiterar la excitación del día
anterior. Disfrutó de su primer alimento tangible en meses como si hubiera
participado de una degustación gourmet. Los opacos y desabridos sabores se
hacían presentes a modo de ayuda memoria a favor de recordados manjares catados
en tiempos en donde las dolencias no eran tomadas en cuenta. Comenzó a
notificarse de la delgada estrechez existente entre la vida y la muerte
percibiendo que un segundo alcanza y sobra para protagonizar la irrealidad.
Pensó que valorar la vida no era algo tan cursi como creía y que lo frágil y
transitorio del devenir colaboraba para que tal premisa se cumpliera. Se aferró
inocentemente a un estúpido optimismo a caballo de la miserable vianda y de una
advenediza enfermera; conspiró contra sí mismo para chocarse contra alguna contradicción
que valiera la pena debatir; aguardó de buen modo por la eminencia cubana que
dé seguro le devolvería satisfacciones pasadas por el solo hecho de haberse
trasformado en un hito insoslayable de la ciencia moderna. Esperó sin miedos;
no recordaba el significado de tenerlos.
Pocos minutos
después de efectivizarse la mudanza ingresó a su nueva morada el doctor
Valencia en compañía del citado doctor Giberti. Ambos portaban rigurosa
formalidad profesional en su atuendo, un par de grabadoras manuales e idénticos
portafolios de línea europea.
- Damián,
el doctor Giberti está aquí para que juntos conversemos sobre su futuro. En
primera instancia creemos que está en perfectas condiciones físicas e
intelectuales para afrontar tanto su historia personal como su historia
Clínica. Toda su evolución la tenemos asentada como es debido en nuestros
archivos; si gusta lo invitamos a iniciar el recorrido.
- Avancemos
entonces – aseveró Damián –
- Como
es sabido – interrumpió Giberti con marcado acento centroamericano – usted se
llama Damián Lafunir, es argentino, soltero, cuenta con cuarenta y tres años de
edad, se desempeñaba como jefe técnico en la Comisión Nacional de Energía
Atómica, y está domiciliado en la calle Ramón L. Falcón 1577 en el piso quinto
unidad B de Capital Federal. Le aclaro que toda la documentación de su vivienda
está bajo guarda en la caja de seguridad de la Clínica. Tanto los impuestos
como las expensas están perfectamente al día y sin mora de ningún tipo. Este
material nos fue acercado por una persona que lo visitó asiduamente durante las
tres primeras semanas de internación, y de la cual hemos perdido referencia
poco tiempo después. Sobre la base del testimonio de esta persona pudimos
reconstruir su historia personal. Andrea Devita, de ella se trata, gestionó
además que le depositaran su salario en una caja de ahorros en el Banco
Provincia. En la actualidad usted se encuentra bajo el régimen de licencia por
enfermedad con goce de haberes. Los comprobantes sobre el estado de la cuenta,
desde su apertura hasta el día de hoy están juntamente con su documentación
personal. Semanalmente una persona de nuestra entera confianza pasa por su
domicilio para retirar todo tipo de correspondencia y realizar el aseo de
mantenimiento. Si no me equivoco usted la conoce; se trata de la señorita Diana
Benítez, enfermera de la institución y domiciliada muy cerca de su vivienda.
Justamente esa fue una de las razones para tal comisión.
- ¿Voy
demasiado rápido Lafinur? – Consultó Giberti –
- En lo
absoluto, ¿Tiene una foto de la mujer? – Preguntó Damián –
- Si
–afirmó Valencia -. Le solicitamos una a sabiendas que en algún momento podía
llegar a ser un vaso comunicante para su rehabilitación. De todas formas le
adelanto que se trata de una persona que frecuentó solamente durante los dos
últimos meses antes del accidente. Lo cierto es que prestó amplia colaboración
sin solicitar ningún tipo de contraprestación, consideramos que la situación la
superó y decidió abdicar. Era una joven muy distinguida y agradable.
- No la
recuerdo – Sentenció Damián luego de constatar la foto –
- Es
natural, no se preocupe. Además ella estaba casada y usted jugaba como su
amante ocasional. No era una relación formal. De todos modos evidenció una
nobleza sin precedentes ante nuestros requerimientos. Debía tenerle mucho
afecto – aseveró Valencia -. Ella nos informó sobre detalles de su vida, sus
padres, sus bienes y demás cuestiones. Además le cuento que es poseedor de un
vehículo marca Renault, modelo Megane, al que se le siguió la misma política de
mantenimiento y pago de tasas. Aquí le muestro algunas fotografías de sus
pertenencias. ¿Puede relacionar algo de lo visto?
- En
forma parcial – aseguró Damián – Tengo asociaciones desordenadas. Por ejemplo:
reconozco con claridad la identidad de mis padres, pero no puedo hallarme con
ellos. Cuando comienzo a elaborar trayectos y costumbres todo se vuelve
anárquico y desordenado.
- Excelente
– murmuró Giberti - le aseguro que en menos de setenta y dos horas
recobrará su pasado sin omisiones. Le propongo entonces esperar hasta entonces
para luego comenzar a diagramar su recuperación motriz. En ese momento le
explicaremos lo acontecido con su salud, el tratamiento realizado y cuáles son
nuestras expectativas futuras. Nobleza obliga aclararle que los gastos por el
mantenimiento de sus bienes corrieron por su cuenta. Los talones, vales de pago
y demás recibos están compilados con el resto de sus pertenencias. La señorita
Benítez llevó una prolija y ordenada contabilidad.
- A
propósito ¿Qué día es hoy? – Preguntó Damián –
- Dos
de diciembre de 1999 y estamos en la Clínica del Norte ubicada en el barrio de
Belgrano, Capital Federal – respondió Valencia –
- Así
que... ¿Quién gobierna?
- De la
Rúa.
- ¿Y
Chacho?
- Es el
actual vicepresidente debido a que perdió la interna – Contestó Valencia –
- Cagamos.
Yo sé lo que les digo.
- Extraordinario
– pensó Giberti – ha comenzado la asociación de sus suburbios.
- No
les digo. Los noventa se instalaron definitivamente –continuó Damián-, su
estela inmoral quedó grabada en cada ciudadano, gobierne quien gobierne. La
permanente justificación, la victimización como estatuto, maquillan a los
gestores para que la perversión del sistema continúe indemne. Cero política,
todo imagen.
Los doctores
recibieron tales comentarios con sumo beneplácito. El paciente no sólo
recordaba su pasado sino que además tenía opinión formada sobre él. Esto
potenciaba la creencia de una recuperación definitiva a corto plazo.
- Cambiando
de tema – sugirió Giberti -, le propongo coordine sesiones coloquiales con
Diana Benítez de forma tal entrenar su memoria y ordenar lo que aún percibe borroneado.
- Será
un verdadero placer, se lo aseguro.
- En
tres día estaré de regreso – ratificó el cubano – para profundizar la
información sobre lo ocurrido y detallarle algunas pistas que me permitiré
aconsejarle para su rehabilitación definitiva. Le adelanto que si desea
recuperar íntegramente todas sus capacidades, vaya pensando en una larga
temporada en nuestro centro neurológico de La Habana. Le aclaro que contará con
compañía permanente y será usted quién decida el recurso que lo escolte.
- ¿Y
podré regresar de la Isla? – cuestionó Damián con alguna prevención
- Si no
encuentra una buena razón para quedarse, desde luego.
La explicación que
de forma escueta y sencilla le proporcionaron los profesionales lo confundieron
aún más. Un supuesto desmayo en su oficina que no recuerda, una infección
concentrada en células del sistema nervioso central, la parcial hemiplejia, la
imperiosa necesidad de transplantar parte de la médula, un riñón y el hígado,
la pérdida total de la sensibilidad de los miembros inferiores y quince meses
en coma no le bastaron para considerarse respetado intelectualmente. Se le
detallaban consecuencias y tratamientos, todavía ignoraba las causas para tales
efectos. El detalle de la inserción de algunos órganos clonados llamó su
atención. Técnicamente adolecía de información actualizada sobre el tema como
para plantarse de cara a los galenos, de todas formas comenzó a sentir
incomodidades y a plantearse ciertos cuestionamientos puntuales. Luego de la
exposición de los facultativos las dudas se multiplicaron exponencialmente
quedando suspendido entre las hilachas de la confusión. La desaparición de la
cicatriz en el muslo de la pierna izquierda no había sido mencionada y su
diáfano recuerdo con relación a una facultad a la que jamás concurrió tampoco
fue tenido en cuenta. Pensó que su parcial carencia de pasado permitía a los
profesionales para manejarse de modo ilimitado, sintiéndose solamente como un
transitorio instrumento científico. Cuando uno pierde la memoria le pueden
hacer y decir cualquier cosa. Por el momento se resignaba a disfrutar de sus
lecturas y de los inmejorables momentos compartidos con Diana. Cenas y
almuerzos mejoraban en cantidad y calidad a medida que los días transcurrían.
La soledad del ámbito no era discutible por lo que la privacidad le otorgaba
licencias y antojos por los cuales no debía rendir cuentas. Como auxiliar de
enfermería Diana estaba acostumbrada a la desnudez, Damián no. Frecuentemente y
ante la presencia de la joven el paciente manifestó naturales erecciones que
invariablemente debían formar parte del pronto despacho diario. Su genitalidad
debía ser observada tanto como el resto de los distritos, en consecuencia,
Diana cumplía su tarea de modo eficiente tratando de no mortificar el pudor del
paciente. Con el tiempo la confianza mutua hizo que las bromas y el doble
sentido circulen con suma espontaneidad escondiéndose bajo ese disfraz los
deseos de instalarse libremente y de una buena vez dentro de atmósferas
eróticas en donde la inmanejable excitación permitiera desnudeces con ropas
adecuadas.
Estando Diana de
servicio en una de esas guardias nocturnas complicadas en donde todo parece que
ocurre al mismo tiempo ingresa a la habitación de Damián con el fin de
descansar por un momento luego del duro trajinar. Un par de accidentes en la
zona encontró ubicada a la institución como primer auxilio disponible. Por esas
horas ya había pasado el vendaval estando todos los pacientes afectados
puntualmente medicados y profundamente dormidos. La clínica volvía a mostrar su
cómplice y oscura gracilidad.
- Tengo
que viajar a Cuba para finalizar mi recuperación – comentó Damián – y me
permiten la compañía de una persona para auxilio, control y seguimiento. El
regreso depende de la evolución. ¿Le interesa el trabajo? Usted tiene mucha más
información sobre mí de la que yo mismo poseo, me interesa su personalidad, me
seduce su candidez y muy poco puedo agregar sobre lo ya mencionado con respecto
a su belleza. Diana quiero que sea usted quién me ayude a seguir tras mi
huella.
- Claro
que me interesa – exclamó la enfermera – pero no como un trabajo. Deseo y
celebro su propuesta. Usted Damián no es un paciente para mí. Quiero ser la
primera que acompañe sus pasos y anhelo con desmesura custodiar sus quebrantos
al momento que se produzcan, quiero que encuentre mis brazos al momento del
festejo por haber obtenido una conquista, y acompañar sus silencios cuando el
pasado regrese por sus fueros. De todos modos la decisión final depende que los
médicos libren la debida autorización y que mi madre acepte de buen modo ese
tiempo en soledad. Sospecho que a esta altura de los acontecimientos sabrá leer
en mis ojos que lo admiro profundamente y si mal no recuerda entenderá lo que
eso significa para mí. Como bien dice conozco detalles suyos que usted ignora,
es probable entonces que ni siquiera tenga la posibilidad de presumir por las
razones de semejante admiración.
Diana Benítez
retiró suavemente la sábana que cubría el cuerpo de Damián Lafinur; de
inmediato se abrió completamente la bata de manera altruista mirando fijamente
los ojos de su antagonista dejando claro que la ausencia de ropa interior
desautorizaba todo tipo de postergación. La omnipresente y generosa erección
exhibida le indicaba a la joven que el hombre necesitaba de su osadía. Los
labios de Diana se encargaron del resto abrevando de un material atesorado en
barricas de olvido durante quince meses. Bebió sus elixires luego de largos
minutos de constante atención, sintió la urgencia por poseer una porción de lo
que admiraba. Luego se entregó a las fantasías de su amado en consonancia y
acuerdo con los legítimos egoísmos que su propio cuerpo le exigía. Sus
orgasmos, ávidos y melindrosos cayeron como resultante, prepotentes, inevitables.
Dos semanas después
y luego de haber ordenado trámites y documentación la pareja partió hacia La
Habana en vuelo directo de línea venezolana.
II
El traslado en
avión tuvo la extrema necesidad de un cóctel invadido por sedantes y placebos.
La clínica testimonió su eficacia y profesionalidad diseñando en la nave un
compartimiento exclusivo rodeado de tabiques y cortinados protectores en
procura de la privacidad que el paciente y la acompañante requerían. La silla
de ruedas se encontraba presta y a mano, algunas revistas de variedades y una
azafata de tiempo completo perfeccionaban la calidad del servicio. Durante las
doce horas de viaje no hubo lugar para la conversación. Diana prefirió que su
amado descansara tranquilo esperanzado por un regreso caminante y varonil. La
obligada parada en San Pablo por aprovisionamiento de combustible no modificó
en absoluto la rutina impuesta. La enfermera escogía soñar con extensas
excursiones en compañía de Lafinur, huyendo de las miserias cotidianas y
transformando el devenir en una fiesta inigualable. Tal como lo deseaba estaba
frente a quién admiraba profundamente y se observaba reconfortada por no haber
dilapidado tiempos en seres menores y primitivos. Luego de un apacible viaje
llegaron al aeropuerto de La Habana el 22 de diciembre, pasadas las seis de la
tarde. Los esperaban, al pie de las escalinatas de la nave, el doctor Camilo
Giberti, quién había adelantado su periplo, y una populosa comitiva
revolucionaria que se haría cargo de todos los trámites de ingreso al país.
Una antigua y
elegante limusina los depositaría de manera inmediata en las instalaciones del
Instituto de Ciencias Fisiológicas de La Habana, en donde un representante del
gobierno revolucionario los estaría aguardando para darles la bienvenida en
nombre del mismísimo Comandante Castro. Damián se dio cuenta, en ese preciso
instante, que su estancia en la isla tenía un correlato político
incuestionable, que su recuperación no era la esencia de tamaño despliegue y
que estaba incluido dentro de intencionalidades por ahora renuentes en
presentarse, incógnitas e instancias ajenas a su vida.
- Diana
¿Puntualmente qué es lo que decís admirar? – Preguntó Damián –
- Tu
enorme coraje – respondió la enfermera –. La indomesticable valentía para
afrontar con dignidad lo que hubiese derrotado a cualquier mortal. Esa suerte
de desafío permanente a cierto determinismo histórico que no logra persuadirte.
Que te siga indignando depender a pesar que la vida te va con ello.
- ¿Qué
te parece todo esto?
- Me
afilio a creer en tu tesis, adolecemos de información; de todas formas debemos
priorizar nuestros intereses y abocarnos de lleno a tu completa rehabilitación.
Es algo que te urge y que nos urge como pareja.
- Espero
que con el transcurso de los días nuestras dudas iniciales se transformen en
certezas o cuando menos en indicios concretos. Será necesario en la misma
dirección que hagamos una lectura correcta de cada evento que el futuro nos
tiene reservado en la isla.
El predio del
Instituto de Ciencias Fisiológicas de La Habana se encontraba ubicado en las
afueras de la ciudad. Prolijamente parquizados sus alrededores el edificio
exhibía una arquitectura de dos plantas sobrias y funcionales. Sus amplios
ventanales aseguraban la natural luz de día y un equipo de climatización
central mantenía la temperatura del inmueble constante a veintidós grados
centígrados. Cómodos accesos, rampas, cinco ambulancias preparadas para la
contingencia y tecnología de última generación estaban al servicio del
ciudadano cubano sin costo alguno. No poseía guardia de urgencias o similar.
Era un centro específico que recibía pacientes para tratamientos neurológicos
concretos. Cualquier hospital de la isla tenía la opción de utilizar sus
servicios en el marco de un sistema de red médica perfectamente
diagramado. La planta baja del predio presentaba la administración y las
dependencias de rehabilitación propiamente dichas: gimnasios totalmente
equipados con maquinaria de alto rendimiento, piscinas climatizadas y seis
consultorios para kinesiología que incluían tinas y dársenas para saunas. En la
planta alta las habitaciones, en su mayoría dobles, presentaban generosas
medidas y elemental comodidad: baño completo, dos mesas individuales
multipropósito, una pequeña biblioteca con literatura latinoamericana y un
sistema de circuito cerrado que emitía música clásica casi de manera
impercetible durante las veinticuatro horas de día completaban el listado de
utilidades. Los acompañantes podían acceder diariamente al dispensario portando
la debida credencial. Diana poseía un ambiente individual en el anexo que el
complejo disponía a cien metros de distancia, filial que había sido construida
de ex profeso para aquellos pacientes que vivían alejados de La Habana o para
los extranjeros, ya que en ambos casos la generalidad marcaba que arribaban con
acompañantes. El natural de la isla también gozaba gratuitamente del complejo
adicional mientras que el forastero abonaba aranceles a precios de hotelería
internacional.
Damián Lafinur era
la excepción a la norma, así lo habían determinado las máximas autoridades del
instituto en la persona de su director el conocido doctor Camilo José Giberti
en sintonía con recomendaciones efectuadas por el doctor José Belisario Ulloa,
Ministro de Salud del Gobierno Revolucionario. La gran cantidad de
norteamericanos desarrollando pasantías como el fluido inglés que dominaban los
profesionales cubanos fueron dos elementos que Damián observó llamativos.
Evidentemente en determinados substratos la relación de Cuba con el país del
norte colocaba al margen la cuestión ideológica a favor de la excelencia
científica; cosa que elevó aún más el muy buen concepto que tenía Lafinur por
el modelo socialista.
El tratamiento de
rehabilitación duró seis meses. En forma planificada y equilibrada se fueron
incrementando exigencias a medida que los progresos evidenciaban certezas
contundentes. Ciento ochenta días después de haber arribado al instituto el
paciente deambulaba con normalidad, su memoria funcionaba a la perfección y su
sexualidad se desarrollaba en plenitud. Cada semana se le efectuaban análisis
de toda clase y especie que incluían cultivos de herrumbres, monitoreos
cardíacos y encefálicos, los ensayos físicos demostraban claramente que su
musculatura había recuperado la tonicidad con la consecuente capacidad de
respuesta ante la exigencia. Todas las variables mostraban que la resultante no
podía ser otra que el alta definitiva. Los profesionales del complejo, sin
embrago, convencieron a Lafinur para que prolongue su estadía por un bimestre
en condición de invitado. Deseaban presentarlo ante el mismo Comandante Fidel
Castro como caso testigo de modo evidenciar el grado de excelencia de la
entidad científica de modo solicitar con fundamentos una mayor partida
presupuestaria. Las gentilezas recibidas sumadas a la importante inversión
efectuada más la posibilidad de conocer personalmente a un ícono de la historia
universal imposibilitaron cualquier tipo de negativa. De modo que Damián, con
prudente agrado, aceptó el convite no sin antes consultar con Diana,
obligándose ambos para colaborar con el doctor Giberti en todo lo necesario
para el logro del objetivo. A partir de ese momento su nuevo destino sería el
Gran Hotel América ubicado en las cercanías de Varadero.
Era inevitable
respirar cierta atmósfera pendular; por un lado sentirse inmersos en una suerte
de eterna luna de miel, por el otro, sospechar que determinados sucesos que a
uno le ocurren en la vida no son gratuitos. Si conocer la isla y su proceso
revolucionario significó para Damián una experiencia de difícil mutación, no
era menos cierto que vivir un proyecto en conjunto con Diana lo tenía altamente
comprometido. Ambos se encontraban con las fuerzas y deseos suficientes para
regresar a la Argentina e iniciar su historia personal en aquellos ámbitos
testigos de su formación.
Aún no se atrevía
plantear el tema a sus generosos anfitriones, acarreando la prevención de ser
mal interpretado o ser tomado simplemente como un individuo ramplón y desagradecido.
Damián sabía que
Diana lo seguiría sin necesidad de explicaciones; Diana sabía que Damián
deseaba lo mejor para los dos, en consecuencia no había razón para debatir
dilemas inexistentes.
El notorio
enamoramiento por la digna pobreza de una Nación que continuaba luchando en pos
de paradigmas insustituibles abrumó el espíritu de Lafinur merced a la visión
de una realidad tangible y presente en cada kilómetro cuadrado de la isla. El
reconocerse efímero y egoísta ante el dolor ajeno le entregó preceptos
solidarios superiores y desconocidos en función de esos mismos discursos muy
usuales declamados de manera jactanciosa en otras latitudes. La vida, como
concepto, tenía entidad superior en tierra revolucionaria, siendo inevitable
acordar con el sistema más allá de lo perfectible.
Sin embargo, poco a
poco, en conversaciones recurrentes, sintió la necesidad de exteriorizar su
afán de retorno, al mismo tiempo que las autoridades médicas cubanas captaron
que nada se podía hacer al respecto. Fue momento entonces en el cual el
gobierno revolucionario decidió instalarse definitivamente en tema e informar a
Lafinur sobre el complejo laberinto en donde estaba incluido y que de modo
azaroso el destino había bosquejado. Lo inimaginable develaría interrogantes y
contradicciones: un nuevo principio ante un nuevo, extraño e inconcluso final.
El amplio salón de
la casa de la revolución poseía un perfil colonial y moderado en lujos. Un
embaldosado rústico y geometría de damero era cortado en forma transversal y
simétrica por largos listones de madera prolijamente pulidos y lustrados.
Sillas individuales de época rodeaban a una pequeña mesa estilo español de
fines del siglo XVIII. Un importante sillón de tres cuerpos en la cabecera
indicaba ser el sitio hacia donde apuntar todas las miradas. Los doctores
Giberti, Ulloa y Valencia conformaban el trío del área profesional. Éste último
había llegado desde Buenos Aires pocas horas antes de la reunión. El
vicepresidente Raúl Castro y el Comandante Marcos Aguado, secretario del partido
comunista cubano constituían la representación política, Diana y Damián
aguardaban el comienzo del encuentro con marcado entusiasmo y nerviosismo. Sólo
faltaba la presencia del compañero presidente para comenzar la tertulia.
La estatura
histórica del momento erizó la piel de Lafinur. Estaba frente a un capítulo
imborrable y mítico del siglo XX. Una aventajada y notable figura podía
adormecer cualquier tipo de ambición individual. Estaba de cara al hombre que
supo embarrar sus propias comodidades a favor de plasmar una utopía inconclusa;
esa misma que habla de caminos. Como decía Silvio Rodríguez: “Queremos tener la
opción de equivocarnos nosotros mismos”... El de Moncada, el de Sierra Maestra.
La cordialidad en
el abrazo y su gratitud, la ineludible mención del Che como compatriota y la
extraordinaria semblanza de un país lejano que conocía a la perfección fueron
el distinguido homenaje que el Jefe de Estado brindara al visitante sin
eufemismos ni vergüenzas burocráticas. Una vez convenientemente acomodados los
invitados dejaron de lado la emoción dando paso a lo relevante y trascendente,
era necesario comenzar a definir situaciones. El doctor Alberto Valencia fue el
primer disertante. Una caja de Cohiba, cuatro jarras de jugo de mango y una
bandeja de frutos tropicales moraban en la pequeña mesa de estilo a la espera
del convite.
- Estimado
Damián, consideramos que llegó el momento de revelar algunos detalles que debe
contemplar a propósito de los legítimos y razonables deseos que tiene para retornar
a su patria. En lo que a mí compete relataré los causales de su internación y
las técnicas terapéuticas aplicadas. Debe saber que las mismas revisten
carácter de secreto de Estado ya que no están homologadas por la Organización
Mundial de la Salud. Son procedimientos experimentales que nuestro grupo de
científicos han venido desarrollando a lo largo de la última década en el campo
de la genética. Usted llegó a nuestra filial de Buenos Aires presentando un
cuadro neurológico irreversible debido al contacto directo que tuvo por más de
diez años con elementos altamente contaminantes. Su sistema nervioso se vio
afectado en forma pausada y de modo constante durante ese lapso por una suerte
de goteo radiactivo que fue mellando sus células hasta eclosionar, provocando
que algunos de sus órganos vitales no fueran capaces de sostener sus básicas
funciones. Dicha sintomatología fue lo que provocó el accidente cerebro
vascular con el cual ingresó a nuestra clínica. Cuadro que le ocasionó un
estado de inconsciencia absoluta y del que pudo salir gracias a la ciencia y a
la tecnología luego de quince meses de paciente atención. Le aclaro que la
Clínica del Norte y el Instituto de Ciencias Fisiológicas de La Habana
desarrollan investigaciones en conjunto con el generoso aporte del gobierno
revolucionario. En consecuencia podemos afirmar que las dos entidades comparten
un mismo objetivo y poseen idéntica política sanitaria. Cedo la palabra al
doctor Giberti para aclaraciones técnicas específicas con respecto a su caso
puntual y fundamentalmente qué técnicas se aplicaron durante su largo período
de convalecencia. Le aclaro que debe entender que estamos hablando de
biogenética y clonación como bases del exitoso tratamiento.
- En
primera instancia le pido que no se asuste – aclaró Giberti -. Lo que en la
actualidad son procesos experimentales en un futuro próximo serán tratamientos
absolutamente instalados en el concierto de la medicina mundial. Lo real es que
por ahora los Estados nacionales manejan con suma reserva y prudencia estas
investigaciones debido a que todavía los resultados no están avalados por los
entes internacionales que regulan y auditan la actividad. Trataré de ser lo
menos cientificista posible de modo pueda entender, en su total envergadura, el
alcance de lo realizado. Como bien mencionó el doctor Valencia hablamos de
biogenética y clonación. Puntualmente varios de sus órganos fueron
rehabilitados artificialmente fuera de su hábitat natural creando condiciones
similares. Dicho groseramente lo tuvimos que copiar mecánicamente. Luego se
procedió a la ablación de cada pieza colocando en su reemplazo otra compatible.
Una vez reconstituido y sanado el órgano artificialmente se le efectuó un nuevo
transplante de forma tal su cuerpo recupere la porción original sin toxinas
radiactivas. En su caso tanto el hígado como uno de sus riñones fueron
esterilizados disociadamente de su cuerpo y vueltos a constituirse una vez
efectuadas las pruebas correspondientes. Del mismo modo debe saber que los
reemplazos recibidos fueron piezas clonadas compatibles con la química de su
cuerpo. En la actualidad disponemos de un laboratorio o banco de órganos
mecánicos para el desarrollo de nuestras investigaciones. Sabemos que en la
actualidad este laboratorio es el único en su especie en el mundo y constituye
una suerte de arma estratégica que debemos preservar a como de lugar. Como verá
Lafinur usted, a la vez que ha vuelto de la muerte, incluye dentro de su
anatomía información trascendental y estratégica que toda la comunidad
científica desearía poseer transformándolo en un fenómeno para la disciplina,
sin tener que aclararle sobre los intereses económicos que siempre tienen los
laboratorios multinacionales.
- Damián
– interrumpió el comandante Aguado – ninguno de nosotros está cómodo con ésta
situación. En oportunidades nuestra sana intencionalidad de proyectarnos
científicamente a favor de la humanidad choca contra la voluntad de los seres
que amamos. De ningún modo deseamos limitar sus libertades individuales y menos
aún confinarlo a incomodidades injustas, pero ante tales circunstancias le
recomendamos analizar, junto a su compañera, la situación de forma global
entendiendo toda la operatoria que nuestros profesionales acaban de detallar.
Sería muy bien recibido por el gobierno revolucionario, gozará de empleo sobre
la base de sus talentos desempeñando funciones en organismo estatales, vivirán
conforme nuestro sistema y organización político-social, se le asegurará
ciudadanía cubana pudiendo formar parte de nuestro partido como simple
adherente o cuadro activo y finalmente gozará de plena licencia para viajar a
Buenos Aires o a cualquier lugar del planeta tomando las debidas prevenciones.
La supervivencia de nuestro sistema depende de factores que es probable todavía
no comprenda; sabemos y entendemos que no son cuestiones a imponer, pero éste
es el inevitable cuadro de situación. Usted tiene la palabra...
- Mire
mi amigo – sentenció el Jefe de Estado tomándole el hombre a Damian – sinceramente espero que lo piense, compare y
si puede, trate de quedar en la historia. De cara al futuro inmediato la
ciencia, la tecnología y el conocimiento son la base del poder. Las armas por
venir no dispararán mísiles, dispararán saberes esenciales y esos conocimientos
son los que nos permitirán a los pueblos oprimidos liberarnos de las potencias
hegemónicas. Usted es una biblioteca andante y como tal un elemento que
contiene información trascendental tanto para nosotros como para nuestros
adversarios. Para finalizar Damián le diré que nosotros seremos una simple
consecuencia de sus decisiones.
La limusina los
condujo hasta la puerta del Gran Hotel América. No ingresaron inmediatamente al
complejo, prefirieron caminar un rato por la playa y sentir el placebo del
caribe en sus pies descalzos. Una sensación melancólica se vislumbraba en el
crepúsculo de La Habana; muesca provocada por el alerta meteorológico que
anunciaba uno de los tantos huracanes que con nombre femenino suelen invadir a
la isla por esa época del año. La promiscua sensación de encierro y aire
caliente, contradicciones mediante, Damián acababa de ratificar que nada es
gratuito, ni siquiera dentro del sistema ideológico por el que, en otras
circunstancias, hubiera jugado su vida. Ni la gratitud contaba por entonces; se
le imponían conductas más allá de su voluntad. Es probable que hubiese
preferido evitar el ingreso a ese laberinto, pero lo cierto es que estaba
dentro de él y gracias a eso aún respiraba, caminaba y hacía el amor con la
persona más bella jamás imaginada. Las palabras del comandante Castro y el
rugido de la rompiente se hacían concesiones alternando su atención, la mano de
Diana transpiraba mientras la soledad marina dejaba indemne el vacío
existencial que le sugería su borroneada realidad. Temiendo por sus sospechas
prefirió censurarse y no dudar de sus mecenas, trató, con la ayuda de Diana, de
hacer un curso intensivo de política internacional para comprender lo que en la
reciente reunión se dijo. No pudo. Su formación y su educación le impedían
ceder; se percibió como un cachorro hambriento de búsquedas y experiencias de
incierto resultado, ambas acarreaban el fatal aderezo seductor de un confuso
devenir. Así se lo dijo a su amada, no podía defraudar eso que Diana tanto
admiraba. Debía testimoniar su fastidio ante los barrotes de gratitud que
cínicamente diseñaron sin su autorización. Debía insistir y continuar tras su
huella...
III
La mancha de sangre
coloreaba la parte inferior del informe oficial que minutos antes había sido
entregado en mano por un importante dirigente del partido comunista cubano en
la habitación doscientos once del Gran Hotel América. El cuerpo indefenso y
solidario de Diana Benítez yacía en la cama con un certero disparo en la sien;
el arma, aún caliente, colgaba de su mano derecha. El breve y lacónico impreso
señalaba...
Compañera Diana Benítez Ruiz
Sabemos lo que significó para usted haber eliminado de forma definitiva, en
consonancia con nuestros protocolos oficiales, al prototipo registrado bajo la
nomenclatura Damián Lafinur. Acompañamos su dolor tomándolo como propio. Acaba
usted de proporcionarle un enorme servicio a la Revolución. Su actuación
conlleva la valoración de todos sus camaradas. Como consecuencia de ello se la
asciende al grado de Coronel siendo su nuevo destino la ciudad de Caracas en
donde continuará con el desarrollo científico de nuestras técnicas
defensivas...
Hasta la victoria, Siempre...
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