Nota de Opinión Gracias por nada...

Gracias por nada...



Por estos días estamos asistiendo a un recorrido mediático de funcionarios locales que se despiden vaya a saber de dónde. Cada uno de ellos ostenta la suficiente seguridad laboral vernácula que impide que los veamos como personas con limitaciones estructurales que efectivamente están siendo víctimas de quebrantos inexorables.
¿Buscarán una suerte de responso popular que los reconforte? ¿Perseguirán con nobleza pedir disculpas por sus erratas u omisiones? ¿Experimentarán la asombrosa necesidad de volver a ser mortales? Resulta raro el formato, hasta soberbio si se me permite.
Hasta ahora ninguno de ellos ha mostrado credenciales que apunten a un buen recuerdo popular, si a un eficaz autobombo fogoneado por pares partidarios que extrañarán notablemente sus ausencias (¿?).
Las reservas hoteleras están intactas, cada uno regresará a ese sitio del que nunca se fue porque renunciar, darle el lugar a otro, ser solidario, o agrandar la mesa de posibilidades no es negocio para nadie. Los salarios están asegurados al igual que la antigüedad, mientras que las preocupaciones serán sólo propiedad de aquellos “pasantes” nunca confirmados, si confinados a la precariedad. La victimización suele ser el papel escogido para el final de juego. Las penurias pasadas, las problemáticas afrontadas, los climas de época, las dificultades insalvables, los “palos en las ruedas” (jamás especificaron bajo qué medio mecánico estaban ceñidas esas ruedas y si ese medio mecánico realmente funcionaba). Nunca los importantes salarios son mencionados, menos aún las ventajas, públicas y privadas, que cada cargo promueve y ni que hablar de ciertas prebendas con formato de correlato político. El debe y el haber, la eficiencia, los objetivos cumplidos e incumplidos, sólo se extienden en los silentes y oscuros memos burocráticos. Gracias por nada muchachos, vuelvan a sus kioscos, regresen a sus chacras y a sus quintas, retomen sus viejos cargos y comercios, esperamos que la changa haya sido de provecho. Les cuento que mientras el país crece, progresa y se multiplica Coronel Dorrego sigue igual. Preserva sus mismas desventuras sanitarias, conserva intactas sus falencias históricas, la siesta continúa siendo tan permanente como inolvidable. El Coronel mantiene intacta la esperanza que la sangre de su chaqueta sea visibilizada y en consecuencia respetada, al igual que la sangre de cada dorreguense caído por su compromiso democrático y libertario, o caído por culposas ausencias y omisiones estatales. Ojalá que aquellos por venir no se dediquen, desde el primer día en funciones y durante cuatro años, a redactar un discurso de despedida. Que pongan todo de sí para pensar Dorrego y laborar inteligentemente por su gente. Nuestro cuerpo social se está acostumbrando al dolor. Experiencia humana muy habitual cuando de pacientes con graves patologías se trata. Claro está, la diferencia radica en lo inevitable de esto último y la tangible posibilidad de revertirlo del caso anterior.
“No es posible quedarse a contemplar el ombligo de ayer y no ver el cordón umbilical que aparece a medida que nace un nueva Argentina a través de los jóvenes” decía Jauretche. Del esfuerzo, inteligencia y criterio de los que vengan dependerá que esta nueva Argentina que nace todos los días tenga su correlato local. Por ahora una doble vuelta de cordón hace que el monitoreo siga exhibiendo un incierto porvenir. No hay desesperanza, todo lo contrario. La esperanza radica en que cada nuevo responsable asuma y se dé cuenta que los pendientes conservan aún una notoria  y fantasmal silueta.

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